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jueves, 25 de noviembre de 2010

Dos poemas de Ana Pérez Cañamares



DE PIE, EN EL METRO

Ante la visión de un asiento libre
nos lanzamos todos al hueco vacío.
Con un gesto trazamos la línea
que separa a ganador de perdedores.

A las siete de la mañana
la bomba del cansancio
los tanques de la frustración
han aniquilado al prójimo.
Sin fuerzas para compadecernos
soy esa que, de pie, vencida, nos odia.


LOS LOCOS

El loco del barrio daba aullidos.
Para transformarse en hombre lobo.
Manuel y yo intentamos cambiarnos de acera
pero los coches aparcados nos cerraban el paso.

Al llegar a mi altura el hombre deja de gritar
detiene su danza frenética, me dice: "Perdón"
y se aparta a un lado para que yo pase.
En un tono educado.
Definitivamente cuerdo.

Me digo: lo que nos diferencia
la loca que yo soy
la dejo encerrada en casa.

4 comentarios:

  1. Qué bueno el primer poema, sobre todo porque Ana se pone en la perspectiva del ojo que mira, del nosotros que lee el poema, de los que pelean por un asiento en el metro. Me parece un avance significativo en su poesía. Esta mujer cada vez va a mejor. Además, son brillantes esas dos metáforas, "la bomba del cansancio" y "los tanques de la frustración".
    El segundo poema también es bueno. No me sorprende tanto como el primero, pero está muy bien. Esto es una locura y cada loco tiene la suya.
    Bravo por Ana.

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  2. Vuelvo a elogiar el primer poema, porque lo merece, que la operación que hace Ana con el sujeto poético es digna de elogio.

    Como mucha gente es cerrada de mollera, en cualquier yo o en cualquier nosotros de un poema ve incluido al poeta, pero en muchos casos, como en este, no es así.

    Lo que hace la autora en este caso es ser solidaria, pero verdaderamente solidaria, con los que se sientan en el metro. Ella se resigna, e incluso podría decirse que se sacrifica, pasando olímpicamente de esa ridícula competición de ganar el asiento, pero comprende a los seres que se pelean por sentarse y por eso utiliza el nosotros, un nosotros que funciona como un espejo para esos competidores. Pero lo que acaba de rematar lo magnífico del poema es que no se compadece de ellos. La cosa queda en comprensión pura y dura. Y eso es amor.

    Veo muy meritorio el esfuerzo de Ana, no sólo exigiéndose a sí misma, sino exigiendo, en consecuencia, al lector. Es difícil lograr la impresión que ella deja con este poema, porque además su poesía está instalada voluntariamente en el paisaje urbano y en la vivencia cotidiana y, por eso, es aún más difícil desligarse del yo más tirano. Lo veo como una actitud de generosidad por su parte el intento de hacer consciente a ese nosotros, pues se pone en riesgo de no ser comprendida por los que en el uso de la primera persona siempre ven a la mano autora del texto.

    Por todo ello, bravo otra vez.

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  3. Una interpretación de los poemas de Ana muy acertada. Suscribo tus comentarios, Adolfo.
    Gracias.

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  4. Excelentes poemas.
    Ezequiel P. Plasencia.

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