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jueves, 4 de octubre de 2012

               



  












CV


Cuando ella aún vivía,
Salíamos, cogidos del brazo,
Y contemplábamos los olmos
Que crecían en el terraplén
Delante de nuestra casa.
Sus ramas estaban entrelazadas.
Sus copas rebosaban de hojas
Primaverales, como nuestro amor.
El amor y la confianza no bastaron
Para invertir la marcha de
Las ruedas de la vida y la muerte.
Se esfumó como un espejismo.
Una mañana se fue, como un pájaro,
Entre los blancos lienzos de la muerte.
Ahora, cuando el niño que dejó
Como recuerdo la llama llorando,
Lo único que puedo hacer es
Cogerlo y abrazarlo torpemente.
Nada puedo hacer para remediarlo.
En nuestra alcoba las almohadas
Siguen una junto a la otra,
Como en tiempos yacíamos nosotros.
Me quedo ahí sentado y dejo
Que los días pasen hasta obscurecer.
De noche permanezco despierto
Y suspirando hasta el amanecer.
Sé que, por mucho que la llore,
Nunca jamás volveré a verla.
Me dicen que su espíritu podría
Merodear por el monte Hagai
Bajo las alas de las águilas.
Avanzo a duras penas por
Sus faldas y subo hasta la cumbre
Sin olvidar ni por un instante
Que nunca volveré a verla,
Ni aun cual leve temblor en el aire.
Toda mi añoranza y todo mi amor
Nunca lograrán hacerlo posible.


                                         
                                          HITOMARO



Kenneth Rexroth, Cien poemas japoneses. Gadir. Madrid. 2007



2 comentarios:

  1. Este sentimiento de desolación debe de sentir mi periquito ante el fallecimiento de su pareja. Mientras que en este caso se compra otro y en paz, una persona es irreemplazable.

    Un saludo.

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  2. de acuerdo contigo. Gracias.
    Un saludo.

    ResponderEliminar